Durante el embarazo, la mujer está contenida y protegida no solamente por el médico, la pareja y el entorno familiar, sino por el gran números de reglamentaciones y leyes que contemplan el embarazo. Desde el transporte público hasta las colas con prioridad para embarazadas en entidades públicas, supermercados, bancos, etc.
Hay ropa para embarazadas, gimnasia para embarazadas, masajes para embarazadas, curso de lactancia... el rubro "embarazadas" se parece al rubro "casamiento": es interminable.
¿Pero qué pasa una vez que las mujeres dan a luz? El foco pasa a estar sobre el bebé, y las mujeres de pronto sienten que todo ese cuidado y contención que las rodeaban desaparecen, y se instala una sensación de desprotección. Curiosamente no existe el rubro de "servicios para puérperas" (o es sumamente escaso); en todo caso están las puericultoras, pero nuevamente, el foco está en el bebé o en el vínculo con él. En otras palabras, pasamos sin escala a otro rubro infinito: bebés y niños.
El marido se va a trabajar y las mujeres se quedan solas en la casa con ese nuevo ser que demanda constantemente y con el que deben empezar a entenderse. Hay un sólo grito en la cabeza que se repite como un mantra indú: "Y ahora... qué hago???". El cansancio se apodera del cuerpo y de la mente. La ropa y las sábanas pasan a estar pegoteadas con leche y con olor al quesito del bebé. La mujer siente que pasa a ser un estropajo, una vaca lechera, y que nadie la entiende. "Nadie" es más específicamente la pareja, que para empezar, tiene el cuerpo y las hormonas intactas mientras que la mujer siente que fue atravesada por la revolución cubana, china y rusa al mismo tiempo.
Y la mujer se siente en el limbo, su cuerpo ya no tiene la panza del embarazo, pero tiene sus secuelas: abdominales por el piso, y un cuerpo de dimensiones desconocidas.
Muchas siguen usando la ropa de embarazadas hasta que su cuerpo se acomoda. Y del amamantamiento ni hablar. Capítulo aparte. El cuerpo es de la mujer, pero sigue tan unido al bebé como en el embarazo.
Muchas mamás recientes sólo salen de la casa para lo estrictamente necesario.
Y siempre el teléfono suena en el momento más inoportuno... justo cuando consiguen pegar un ojo!
Si bien los malestares se ven compensados por la felicidad enorme de tener a un hijo en brazos, sólo las mujeres que están viviendo este proceso saben lo angustiante que puede llegar a ser esta nueva etapa.
La angustia se alivia al poder hablar de lo que está pasando. Al escuchar a otras voces de aquellas que les suceden cosas parecidas. Al compartir experiencias y estrategias para atravesar este período maravilloso de la vida.